lunes, 28 de septiembre de 2015

La Tiranía


Al leer la historia de Adán y Eva podemos pensar que los hijos de Dios fueron tentados al pecado, pero para mí ésta no es más que la versión oficial. El guardián quiere que obedezcamos y, por lo tanto, tomará como una desobediencia un acto incorrecto. La tentación real está al lado de Dios, del mismo modo que ocurre con cualquier protector que actúe en su nombre. La tentación de Dios es de volvernos tiranos. La tiranía es el deber de protección llevado demasiado lejos. Existe en familias en las que los padres no son capaces de equilibrar las normas con la libertad y en sistemas legales donde se ha olvidado la misericordia.


El deseo de gobernar es tan seductor que no necesitaremos ahondar mucho en esta tentación concreta. Es más interesante preguntar cómo escapar a ella. La mayoría de las veces, el tirano tiene que ser depuesto por la fuerza y en algunas sociedades, como en algunas familias, esto se hace por medio de la violencia. Los niños se rebelan contra la autoridad matándola, de forma simbólica, desde luego, con su comportamiento imprudente de adolescentes, bebiendo en exceso y conduciendo de forma temeraria, por ejemplo. Pero hay un mecanismo para escapar a la tentación con poca violencia, que es encontrar la necesidad de tenerla. En las películas de la mafia, los gángsters se constituyen en una banda de protección y, con el pretexto de alejar el peligro de los dueños de tiendas y restaurantes, les venden seguridad en forma de su propia protección. Este planteamiento, sin embargo, sólo funciona con una mentira de por medio, ya que la violencia que se evita viene de los mismos gángsters, que son al mismo tiempo la amenaza y la seguridad. En términos espirituales, la protección de Dios sólo se evalúa si negamos que él es el origen de la amenaza. En definitiva, no hay nada fuera de la deidad, por lo que pedirle protección contra tormentas, hambre, enfermedades e infortunio es lo mismo que pedírsela a su autor.


Leí un caso psiquiátrico en el cual el padre estaba muy preocupado por su hija de tres años que no dormía bien y sufría brotes de grave ansiedad. El padre se sentaba con ella cada noche y le leía cuentos intentando ofrecerle tranquilidad.

—Le leo el cuento de la Caperucita Roja y del lobo feroz —le dijo al médico—. Si se asusta, le digo que no hay nada por lo que preocuparse, que yo estoy allí para protegerla.


—O sea, ¿usted no puede entender por qué está tan asustada? —le hizo notar el médico.


—No —dijo el padre—. No puedo ser más tranquilizador.


—¡Claro que sí! Pregúntese por qué escoge cuentos que la asustan si ella se asusta tanto al escucharlos.

La respuesta en este caso es que el padre estaba cegado por su necesidad de ser tranquilizador, una necesidad arraigada en el pasado, porque había tenido un padre ausente que no se ocupaba de él para calmar sus temores infantiles. Esta anécdota es muy ilustrativa, porque plantea la cuestión central de la fase uno: ¿Por qué Dios ha tenido que hacer un mundo tan aterrador? ¿Fue solamente por una tentación de tiranizarnos? La respuesta no está en Dios sino en la interpretación que hacemos de él. Para salir de la fase uno tenemos que llegar a una nueva interpretación de todos los aspectos que han sido tratados hasta este momento: ¿quién es Dios?, ¿qué clase de mundo ha creado?, ¿quién soy yo?, ¿de qué modo encajo en todo esto? En la fase dos tenemos que superar el problema de la supervivencia. Tenemos mucha menos necesidad de tener miedo, y por primera vez vemos la influencia emergente del nuevo cerebro. Incluso de este modo, de la misma manera que el cerebro reptiliano está encerrado dentro del cráneo y no queda inhabilitado por el intelecto o anulado por pensamientos más elevados, el Dios de la fase uno es un legado permanente que cualquiera confronta antes de alcanzar su crecimiento interior.



Deepak Chopra, M.D

martes, 8 de septiembre de 2015

Cualidades comprobadas de grandes líderes: Confianza


Puede sonar como una paradoja, pero un gran líder no es alguien que lidera. Es alguien las personas quieren seguir. Esto no es una cuestión de carisma, poder, suerte o ambición. Si tienes pensado liderar cualquier grupo, ya sea un pequeño equipo de trabajo o una nación, lo harás mejor mediante la adquisición y aplicación de habilidades cotidianas.

Durante décadas, la Organización Gallup, ha recopilado grandes cantidades de datos en todo el mundo, ha consultado a los trabajadores que es lo que hace a un gran jefe. Las tres respuestas principales abrieron el camino en lo que se llama "misterio del liderazgo".

El primer factor es la confianza. "Él se preocupa por nosotros" es lo más básico e importante que un trabajador puede decir sobre un buen jefe. En la guerra la vida de un soldado depende de confiar en que los generales a cargo van a hacer lo correcto. Todos los generales dan órdenes que deben de seguirse. Sólo unos pocos consiguen el tipo de lealtad que permite enviar personas al riesgo y al peligro.


Sin embargo, el hecho de seguir no es una cuestión de confianza ciega. La gente juzga a sus líderes de manera pragmática. La famosa frase de Ronald Reagan, "Pregúntese si usted está mejor hoy de lo que estaba hace cuatro años", fue decisiva para ganar la Presidencia. No importa cuán bien te sientas liderando si el bienestar de tu equipo está en declive.

Es fácil dejarse llevar por el ego (o en el otro extremo por la inseguridad) así que retrocede y considera los ingredientes que hacen que las personas estén dispuestas a confiar en ti.

- Tus acciones son consistentes.

- Tus palabras coinciden con tus obras.

- Tú haces promesas que puedes cumplir.

- Tú te responsabilizas de tus decisiones.

- Tú no traicionas o debilitas a los que te rodean.

- Tú no te centras en ti mismo. 

- Tú monitoreas el éxito y el bienestar de tus compañeros

- Tú dices la verdad.

En cualquier día puedes analizarte con estos criterios. Se aplican como padre o como Presidente de los Estados Unidos. Sea cual sea tu imagen de ti mismo, estas guías te dan una medida objetiva de tu rendimiento.

Hay un opuesto para cada rasgo positivo, así que aquí está el patrón que siguen los líderes que fallan, ya que provocan que la confianza alrededor de ellos se deteriore.

- Son volubles e inconsistentes. No se puede predecir lo que van a decir o hacer mañana.

- Dicen pero no hacen.

- Son generosos con promesas pero débiles para seguir adelante.

- Se ponen excusas a sí mismos y echan la culpa a los demás. Son rápidos para encontrar un chivo expiatorio.

- Ellos hablan y traicionan, basándose en la creencia de que estar en la parte superior crea inseguridad entre los posibles rivales.

- Sólo se preocupan profundamente por el número uno.

- Ellos sólo se preocupan por el éxito de aquellos que se aferran ellos.

- Ajustan la verdad de acuerdo a la situación en cuestión.

Tómate tu tiempo, una o dos veces a la semana para realizar una autoevaluación sincera sobre cuanta confianza estás obteniendo realmente. Hacer de esto un hábito te servirá bien en tu camino hacia el liderazgo.


-Deepak Chopra, M.D